domingo, 19 de febrero de 2012

Amar es una decisión.

La sociedad nos ha vendido la idea de que el amor es tan sólo un sentimiento, una emoción que inunda la vida de todas las personas en algún momento. Y sí, el amor va acompañado de fuertes sentimientos: ternura, pasión, confianza, seguridad... Pero no sólo es eso.
El verdadero amor va acompañado de entrega a un proyecto común de pareja. Pero para que nazca esa entrega total al proyecto de pareja, ambos deben tomar la decisión de amarse. Sí, el amor es una decisión. Uno decide amar a su pareja, a esa persona específica, renunciando a construir otra relación o proyecto con otro ser humano. Renunciando a construir otras alternativas, "por si acaso no funciona la cosa". 
El amor conyugal es una decisión que pasa de lo personal a la decisión de pareja. Pasa del "tú le amaste" a el que "ambos decidieron amarse". Y en ese proceso se dio el ejercicio de comunicación, de tomar acuerdos: dónde vivir, cómo conciliar ambos horarios de trabajo, quién hará qué en el hogar, en qué se invertirá, cada cuanto visitar a los padres de uno o del otro, cómo relacionarse con los amigos de tu pareja... Tantas cosas para ponerse de acuerdo. Tantas decisiones que debieron tomarse.
El problema es si realmente las decisiones se tomaron en su momento, o simplemente uno de los dos tomó la decisión y el otro (o la otra) bajó la cabeza sumisamente.
Ahora que piensan reiniciar la relación, deben tomar la decisión a nivel personal, para luego dialogar y tomar la decisión como pareja. Cada uno debe tomar su decisión libre y conscientemente, sin presiones ni de su pareja ni de otros (familiares o amigos). Y después compartirán su decisión a su pareja, de forma que cada uno se sienta comprometido con el proceso que se quiere asumir.
Es válido querer "sentir" el amor. Eso vendrá en su momento. En esta etapa de reconciliación y recomenzar la marcha lo fundamental es la decisión de continuar juntos. ¡Ánimo y adelante!

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